En 1978, China promulgó una nueva Constitución e inició un profundo programa de reformas económicas. Desde entonces, ha conseguido un crecimiento sostenido y una profunda transformación estructural, que se han plasmado en mejoras sustanciales en la calidad de vida de su población y en su competitividad internacional. China ha pasado de ser un país pobre, con hambrunas recurrentes, a la segunda mayor economía del mundo; ha evolucionado de un estatus de incómodo aislamiento entre la Unión Soviética y Japón a convertirse en una superpotencia mundial.
En nuestro país, aún se mantiene la imagen de un país copiando diseños, con poca o nula tecnología propia, con industrias obsoletas y contaminantes y cuya única fortaleza es un potencial exportador basado en mano de obra barata y una moneda artificialmente posicionada. Ya no es así.
Su fuerza se vio en la reciente cumbre del clima de Copenhague donde sin el acuerdo de China, no podía haber acuerdo. Puede ser interesante señalar que China parece estar cumpliendo sus compromisos de rebajar un 20% su intensidad energética (cantidad de energía consumida por dólar de PIB) y de producir un 15% de energía renovable para 2020. De hecho, según NewScientist, sus centrales alimentadas por carbón son más eficientes que las de Estados Unidos.
China ha hecho un enorme esfuerzo por la educación. El gasto pasó de 12.800 millones de dólares en 1993 a 66.300 millones en 2002 (ver informe), un aumento probablemente sin parangón en el mundo. China es, en estos momentos, el segundo productor mundial de publicaciones científicas, solo superado por los Estados Unidos. Si se mantiene el actual nivel de crecimiento sobrepasará a los Estados Unidos antes de 2020 y el dominio histórico de la generación de ciencia y tecnología en el eje atlántico: Norteamérica-Europa, habrá llegado a su fin.
Una primera explicación es el nivel de inversión. En Europa y Estados Unidos el gasto en I+D desde el final de la II Guerra Mundial ha superado el incremento del PIB pero no por un margen llamativo (ver post anterior). Esa no ha sido la decisión de los dirigentes de Pekín. Según la OCDE, el gasto total en I+D de China entre 1995 y 2006 ha tenido crecimientos anuales del 18%. Es ahora el tercer país del mundo en inversión en I+D, tras Estados Unidos y Japón, distanciado ya de cualquier país de la Unión Europea. Aun así, hay planes oficiales para aumentar este gasto, que pasaría de un 1.34% del PIB en 2005 a un 2.5% en el año 2020.
En 1998, el gobierno de Zhou Rongji inició una reforma educativa. En el ámbito universitario, la población de estudiantes universitarios ha pasado de 5 millones hace nueve años a 25 millones en la actualidad. En la actualidad hay unas 1.700 universidades en el país. En 1995, se crea el proyecto 211, que pretende para el siglo 21, tener unas 100 universidades de élite. En 2007 eran 106. Estas universidades del proyecto 211 preparan 4/5 de los estudiantes de doctorado, tienen el 96% de los laboratorios de investigación de élite y el 70% de los fondos de investigación (miles de millones de dólares). También se ha producido una internacionalización. Los chinos no están solo comprando locales en los centros de nuestras ciudades, su número aumenta de forma masiva en todas las titulaciones europeas, en todos los programas de doctorado.
Jonathan Adams, director de evaluación de la investigación en Thomson Reuters ha hecho un informe sobre la producción científica de China. En 1998, los investigadores chinos publicaban unos 20.000 artículos científicos por año. En 2006, alcanzaron los 83.000 superando a países como Japón, Alemania y el Reino Unido. En 2009 alcanzaron los 120.000 artículos, segundo lugar del mundo tras los 350.000 de los norteamericanos (ver gráfica abajo).
China está cambiando también el foco de su investigación. Una economía basada en la industrialización empezó con una prioridad lógica en las ingenierías y las ciencias físicas (recordar que uno de los ganadores del Nobel de Física del 2009 fue Charles Kao, nacido en China y que trabajó en la Universidad China de Hong Kong, por sus descubrimientos sobre la fibra óptica). China produce el 10% de las publicaciones del mundo en ingeniería, computación y geología. Genera el 20% de la producción global sobre Ciencia de Materiales con una posición líder en “composites”, cerámicas y polímeros y una fuerte presencia en cristalografía e ingeniería metalúrgica. Es evidente que ello va a suponer que China va a pasar de ser un país “manufacturero” a una economía basada en el conocimiento generado en sus propias instituciones de investigación, en estos sectores al menos, y en un corto espacio de tiempo.
Otro punto fuerte es la agricultura. Los grupos de investigación chinos son líderes en nuevas variedades de cultivos, con resistencias a distintas plagas y también con suplementos nutricionales. Han desarrollado variedades transgénicas de tabaco (resistentes al virus del mosaico), tomate (con resistencias virales también) y patata (resistencia contra virus X e Y). Este año 2010 han aprobado el cultivo de dos variedades transgénicas de arroz, Huahui 1 y Bt Shanyou 63. Las dos son resistentes al taladro del arroz, la principal plaga de los arrozales asiáticos, con lo que mejora la economía de los agricultores y disminuye su exposición a pesticidas. El nuevo ámbito de interés es la biología molecular y celular. El crecimiento en el sector de la Biomedicina es evidente y surgirán en los próximos dos años nuevos proyectos empresariales centrados en torno a genes y proteínas.
China ha ido trabajando la cantidad, pero también va impulsando la calidad. Ha aumentado sustancialmente el número de colaboraciones internacionales. Un 9% de las publicaciones chinas tiene un coautor en los Estados Unidos. La colaboración con grupos japoneses y europeos, especialmente del Reino Unido, también va en aumento. Los proyectos y publicaciones conjuntas con Corea del Sur y Singapur, dos potencias en Biomedicina, se han triplicado entre 2004 y 2008. Otro aspecto llamativo es la vuelta de investigadores chinos expatriados de primer nivel. Resulta en estos momentos atractivo para ellos abandonar un laboratorio de primer nivel en Estados Unidos por un laboratorio de primer nivel en China. Aún así, China está entre los seis países que más científicos e ingenieros tienen en la actualidad trabajando en los Estados Unidos. El número de tesis leídas por doctorandos chinos en ciencia e ingeniería en los Estados Unidos pasó de 200 en 1986 a 3.000 en 1996.
El futuro no es fácil. China se ha convertido en un formidable competidor por recursos naturales. Preocupan, y con razón, las noticias sobre productos industriales fallidos o peligrosos, materias primas impuras y falta de respeto por los derechos de autor o la propiedad industrial. El ataque a Google se pudo seguir hasta centros educativos algunos con relaciones con el Ejército. Ni siquiera es seguro cómo evolucionará la situación política, pero lo que está claro es que si nos preocupa el futuro, debemos tener un ojo puesto en China, también en el ámbito científico y educativo.
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