Es fácil conocer cómo va a ser la situación de nuestro país dentro de quince o veinte años. Podemos asegurar ya cuál va a ser nuestro lugar en el concierto de las naciones, la fortaleza de nuestra economía, el prestigio de nuestras instituciones, directivos y representantes, la competitividad de nuestras empresas y nuestra calidad de vida. Podemos pronosticar todo ello con bastante certeza. Para saber cuál es nuestro futuro, el futuro de España, solo tenemos que pensar en cuál es la realidad actual de las universidades españolas. Las universidades son, en todos los países del mundo, las formadoras de las élites dirigentes, tanto en el sector público como en el privado. Puede haber excepciones, dirigentes políticos que llegan a la máxima responsabilidad sin un bagaje académico, pero incluso en estos casos se rodean indefectiblemente de personas universitarias y muchas veces muestran una mayor sensibilidad, respeto y apoyo por la formación universitaria, que los que han tenido la fortuna de estudiar una carrera superior.
Hablemos en primer lugar de formación, de educación. Los países con mejor calidad de vida son los que más invierten en educación. Los países con mayor inversión en educación son los que avanzan año tras año en los indicadores de calidad de vida. En un momento de crisis como el actual, el riesgo mayor, la actuación más irresponsable es recortar los fondos en educación puesto que los efectos, positivos o negativos, nunca son inmediatos, pero son seguros. La educación es la ganga, la mejor inversión posible para un país, la que mejores rendimientos produce, más estables, más duraderos. La realidad actual: el mayor gasto en universidades del mundo se produce en los Estados Unidos y en España está muy por debajo de la media de la OCDE.
Un segundo aspecto clave de la actividad universitaria es la investigación y la transferencia de conocimientos. Las universidades son uno de los principales motores de innovación y desarrollo de todos los países desarrollados. A poco tejido industrial que haya, los investigadores universitarios prefieren trabajar con socios locales y son muchas veces ellos mismos creadores de empresas de base tecnológica y auténticos emprendedores. Si la investigación actual dispone de medios, equipos, becarios, bibliotecas y un prudente etcétera, entonces tendremos tecnología, productos y servicios “made in Spain” y, si no, seguiremos pagando aranceles y “royalties” por las patatas fritas, los métodos para aprender español o las vacunas. Ningún país de Europa Occidental puede ya competir en los costes salariales con Asia, África o Latinoamérica. Por lo tanto, nuestra mejor opción, nuestra única opción, es competir con productos con más valor añadido, mejor calidad, mejor diseño, mayor innovación, nuevos desarrollos. ¿Se reducirá nuestro diferencial con Alemania en unos años? La respuesta es no. Gastamos en I+D menos de la mitad del PIB que ellos, ¿por qué íbamos a conseguir mejores productos industriales que ellos?
Finalmente, las universidades son muchas veces modelos de gestión. Muestran una flexibilidad y una capacidad de adaptación que no tiene parangón en ninguna estructura de su tamaño. Los universitarios, al mismo tiempo que seguimos haciendo nuestro trabajo, impulsamos nuevos proyectos, nos adaptamos a una normativa desmesurada y cambiante, sobrevivimos a burocracias perversas, inventadas seguro por universitarios y nos comprometemos con una sociedad dialogante, abierta, integradora y libre. Somos, en una imagen antigua, capaces de rediseñar, remodelar y mejorar el avión en pleno vuelo.
Las universidades son líderes en este país en responsabilidad social, trabajan por la igualdad, por la integración real de los discapacitados, por el ahorro y la eficiencia energética, por la prevención de riesgos laborales, por una sociedad más justa, mejor. Al hacer todo eso, las universidades públicas hacen profesión de su naturaleza de servicio público y de su vocación de ser punto de reflexión y referencia sobre la sociedad que queremos construir.
A pesar de todo ese potencial, el real y el posible, aún mayor, vivimos en un momento donde la supervivencia de las universidades no está ni mucho menos garantizada. Aunque el Ministerio trabaja con las Comunidades Autónomas en una Ley de Financiación, las circunstancias económicas y políticas no permiten ser optimistas sobre las posibilidades de un acuerdo. Hay universidades al borde de la suspensión de pagos y la mayoría con serios problemas económicos. Las universidades y los rectores y rectoras se desgañitan, con educación y corrección que para eso somos universitarios, pidiendo un marco estable, una financiación digna. No puede ser que la principal preocupación de un rector de una universidad pública sea pagar las nóminas. No puede ser que se nos pida estar en los ranking al lado de universidades de nuestro tamaño y nuestro entorno con cinco veces nuestro presupuesto. No puede ser que la deuda de las universidades, fruto principalmente de una financiación insuficiente, las estrangule cada vez más por unas cargas financieras que agravan la endémica falta de fondos.
Una respuesta a “La mejor inversión”
Buscando en Google me acabo de encontrar este blog y además tengo la sensación de ser el primero en poner un comentario, así que primero quiero felicitar al autor por esta nueva iniciativa convertida en una interesante vía de comunicación y segundo exhortarle a que la alimente de forma asidua.
Ahora de forma más personal, estoy seguro de que seguirás creando opinión y ese es un árido camino sobretodo cuando se tocan temas tan abiertos, diversos y necesarios. Mucho ánimo y recuerda que … el camino se hace al andar.