Ramones y Cajales

Adolfo Castillo dedicó su discurso de entrada en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis en 1963 a la genealogía de Cajal. Allí comenta:

Se da por seguro que los Cajal descienden por varonía del rey Bermudo de León, que tuvo amores con la ricahembra doña Clara de Benavides, hija de don Mendo, poderoso señor de Galicia. De este consorcio nacieron dos hijos: don Sancho y doña Sol de Benavides, el primero, sucesor en los ricos heredamientos de su abuelo materno, y la segunda, casada con Íñigo Arista, primer rey de Pamplona y quinto monarca de Sobrarbe, si hemos de dar fe a nuestras vernáculas tradiciones patrias.

Creo que a don Santiago le habrían hecho gracia esos supuestos orígenes nobles, él que se sentía con claridad parte del pueblo, pero en esa época, en torno al siglo IX, tuvo su origen su peculiar apellido materno. Doña Sol sería la que atraería hacia las tierras aragonesas a su sobrino, Sancho García de Benavides, el cual se puso al servicio de su tío para luchar contra los moros. En uno de esos combates entre musulmanes y cristianos, don García de Benavides tiene un enfrentamiento con el infante sarraceno Aben Alfaje, hijo de cierto régulo moro llamado Ibn Abdalá. El cristiano, tras romper su espada en la armadura del príncipe musulmán, evitó que este aprovechara su desventaja agarrando un madero que había por las inmediaciones y dándole con él un soberbio estacazo en toda la boca. El resultado es que rompió la mandíbula al príncipe moro y sus dientes quedaron esparcidos por el suelo. Imagen-123En dialecto aragonés, «muela» se dice «caxal», por lo que don García de Benavides pasó a ser conocido como don García Caxal o Cajal en recuerdo de su habilidad extrayendo dientes. Tres muelas adornaron desde entonces su escudo de armas.

Castillo Genzor indica que este relato es de tradición novelesca basado en la única y dudosa autoridad de un cronicón familiar muy posterior a tales sucesos. En los siglos posteriores, los Cajal van acrecentando sus méritos y servicios a la dinastía de Pamplona. Un Pedro Cajal muere en 1094 frente a las murallas de la musulmana Huesca; otro es enviado a Castilla como embajador de Aragón; una María Teresa Cajal es señora de Tarazona y Borja y funda la catedral de Tarazona; y un Pedro_de_AtarésPedro de Atarés y Cajal, señor de Borja, estuvo a punto de heredar la corona de Aragón, al morir Alfonso el Batallador, antes de ganarla la candidatura del monje Ramiro. Siglos después, los Cajal figuran entre las veinte familias primeras pobladoras de la localidad de Biescas. Sin embargo, los pueblos altoaragoneses tienen pocos recursos y mantienen la tradición del mayorazgo -el hijo primogénito hereda las tierras- y sucesivas generaciones de cajales van saliendo de Biescas a buscarse la vida en otras localidades y otras comarcas. Uno de ellos es don Lorenzo Cajal, segundón en su familia y que por lo tanto no podía heredar. Se quedó inicialmente en Aso de Sobremonte  dedicado al modesto oficio de tejedor. Tras su matrimonio en Larrés con Isabel del Puente y Satué, se trasladó a esta localidad y fijó allí su residencia. En esa villa nació doña Antonia Cajal, madre de don Santiago Ramón y Cajal, la pequeña, tras cinco hijos varones. Santiago la describe como «hermosa y robusta montañesa» y debió criarse en un ambiente muy humilde donde los ingresos del padre, simple tejedor de pueblo, apenas cubrirían los ingresos más mínimos. Sus hijos la recordarán como un «dechado de economía ahorrativa, plegándose obedientemente a las previsiones, a veces excesivas, de su marido, siempre atormentado por el sagrado temor a la pobreza».

De la rama paterna sabemos mucho menos. El apellido Ramón es, al parecer, originario de la provincia de Huesca y se extiende posteriormente a la provincia de Zaragoza, radicándose en la zona norte, en la comarca de las Cinco Villas. Don Justo Ramón, el padre de don Santiago, era el tercero de cuatro hermanos y nació en 1822 en una familia de modestos agricultores. Según cuenta mi amigo Juan de Carlos en la época en la que Justo Ramón y Antonia Cajal nacieron en Larrés, el pueblo contaba con cuarenta casas y unos doscientos habitantes (224 en el censo de 1830). En casa de los Ramón vivían seis personas y en casa de los Cajal, ocho. De todo esto, se pueden extraer varias conclusiones básicas: que las raíces familiares de don Santiago eran sin duda aragonesas y que provenía, a pesar de esa historia de don García Caxal, de familias humildes, con una cultura mínima y acostumbrados, por mor de la costumbre del mayorazgo, a trabajar duro para salir adelante, sin deberle nada a nadie. Esos son lo genes de Santiago Ramón y Cajal.

Para entender la vida y la obra del gran neurocientífico es fundamental hablar de su padre. Justo Ramón, padre de don Santiago era hijo tercero por lo que no heredaría tierras y tuvo que buscar cómo ganarse la vida. Empezó trabajando el campo de niño y realizando tareas de pastor mientras vivía en casa de sus padres. No debió ir apenas a la escuela. A los 16 o 17 años abandonó la casa paterna para intentar mejorar y se colocó de mancebo de un cirujano en Javierrelatre. En aquella época eran cirujanos-barberos que lo mismo te afeitaban, que te hacían una sangría, te sacaban una muela o te restañaban una herida. Fue su primer contacto con algo relacionado con la Medicina y, con permiso de su amo y utilizando sus libros aprendió, por su cuenta, a leer y a escribir. Cuatro años más tarde, en 1843, con 21 años, sus pocos ahorros y unas pesetas que le prestó uno de sus hermanos, dejó ese empleo y echó a andar a Zaragoza, 117 kilómetros, donde se colocó en una barbería del Arrabal. Al mismo tiempo que trabajaba de barbero, se puso a estudiar y consiguió sacar el bachillerato con muy buenas notas. Justo Ramón tuvo siempre una sólida ambición y una voluntad de hierro. Al poco tiempo, sin decirle nada al barbero para el que trabajaba, preparó unas oposiciones a una plaza de practicante en el Hospital Provincial. Aunque solo se había convocado una plaza y se presentaron 25 aspirantes, Justo Ramón ganó la oposición. La plaza conllevaba residencia y manutención en el edificio del hospital y tres duros de sueldo. Aunque esa plaza significaba ya estabilidad y un porvenir asegurado, a pesar de que años después recordaba el magnífico trato que recibió en aquel puesto, don Justo no quiso pasarse la vida de practicante y empezó a estudiar para cirujano. Sin embargo, la reforma educativa de 1845 derrumbó sus planes al intentar poner orden en el caótico sistema universitario español, algunos de cuyos centros tenían una calidad ínfima.

La enseñanza de la Medicina fue suprimida en Zaragoza en un proceso que culmina en 1857 con la Ley Moyano que deja en España seis facultades de Medicina, entre las que no está la de Zaragoza. Justo Ramón no se arredró y dejó la tranquilidad del puesto obtenido y las comodidades que tenía en Zaragoza y marchó, de nuevo a pie, a Barcelona, el lugar más cercano donde podía continuar sus estudios. Tras diversas dificultades y privaciones consiguió un trabajo en una barbería de Sarriá, pactando con el dueño que podrá ir a clase y continuar sus estudios de cirujano. Su economía, con ese acuerdo que seguro redujo sus ingresos, no era boyante y los domingos y festivos instalaba un puesto de barbero en el puerto para atender a marinos y transeúntes. Cuando su jefe se enteró, le despidió por lo que abrió, por su cuenta, una modesta barbería cerca del puerto continuando con sus estudios. Sus problemas no acabaron ahí. Como consecuencia de los tumultos y revueltas que afectaron a la ciudad condal en la revolución de 1847, las baterías de Montjuïc abrieron fuego sobre la ciudad y un proyectil cayó en la barraca donde trabajaba don Justo, destruyéndola, y dejándole herido en un muslo. A pesar de los pesares, Justo Ramón terminó sus estudios de cirujano de segunda clase y volvió a Larrés, sin trabajo pero con su diploma. Allí se reencuentró con una mujer a la que conocía desde que eran niños, Antonia Cajal. La pareja entabló relaciones pero Justo Ramón necesitaba encontrar un trabajo para poder vivir. Afortunadamente para la joven pareja, le contratan de cirujano en la cercana villa de Petilla de Aragón, un enclave en la provincia de Zaragoza pero adscrita a la de Navarra.

El contrato, que se conserva, especifica detalladamente los deberes que Justo Ramón debe asumir:

  • Visitar a los enfermos tan pronto como se le avise y a los enfermos que ya le conste que lo son deberá visitar una vez por la tarde y otra por la mañana
  • Rasurar a los vecinos de esta villa cuando se presenten en la barbería y por turno que vayan llegando a ella, así como dejar una tijera para que los vecinos se corten el pelo mutuamente.
  • Curar las enfermedades venéreas y la sarna.

El empleo también lleva aparejado «casa franca que será la que el ayuntamiento tiene encima de la casa consistorial de esta villa» y allí se trasladarán los recién casados. Vivirán en Petilla desde 1848 a 1853. El partido era de los que los médicos —según señala Santiago en su autobiografía— llamaban«de espuela»; es decir, tenía anejos, pequeños caseríos y casas aisladas que había que recorrer a caballo. En esa casa nacerá Santiago Felipe el primero de mayo de 1852. Santiago_Ramón_y_Cajal_1_año_de_edadAllí vivió sus primeros 17 meses y solo volvió una vez, a conocer el pueblo que le vio nacer, cuando tenía 40 años. La pobreza del pueblo le causó una honda impresión «Deploro no haber visto la luz en una gran ciudad…debí contentarme con un villorrio triste y humilde…decoración austera con la que la naturaleza hirió mi retina virgen y desentumeció mi cerebro». Sin embargo, la acogida de sus paisanos a los que califica de «rudos pero honrados montañeses» ganó su estima y siempre se refirió a su pueblo con cariño.

En octubre de 1853, Justo Ramón consigue el nombramiento de cirujano en Larrés. Allí nace su segundo hijo, Pedro, un científico de primer nivel que ha estado a la sombra de su hermano Santiago. Sin embargo, a pesar de tener allí amigos y familia don Justo se enfrenta con el ayuntamiento y a principios de 1856 solicita y obtiene la plaza de cirujano de Luna, un pueblo de la provincia de Zaragoza y pocos meses después se traslada a Valpalmas, otra localidad cercana. Allí comienza la educación de Santiago, tanto yendo a la escuela como recibiendo lecciones directamente de su padre. En 1857, los Ramón y Cajal tienen su primera hija, a la que bautizan como Pabla. Al año siguiente, con 35 años, don Justo Ramón decide que no quiere seguir siendo cirujano de segunda toda la vida y decide volver a estudiar. Solicita un suplente que atienda su plaza de Valpalmas, le comunica a su esposa que se marcha a Madrid para lograr la licenciatura en Medicina y Cirugía y divide sus ahorros por la mitad, le deja a ella una parte y se lleva el resto para mantenerse en la capital. En 1859 nace su última hija, Jorja, y el verano de 1860 ya está de vuelta con el título universitario. Solicita el partido médico de Ayerbe que le es concedido y va consiguiendo reputación y clientela. Tras ciertos desencuentros con el ayuntamiento -el padre de Santiago debía ser de armas tomar- la familia se traslada primero a Sierra de Luna y luego a Gurrea de Gállego. Dos años después se reconcilia con el consistorio de Ayerbe y regresan. Santiago está esos años estudiando el bachillerato en Jaca y Huesca y posteriormente, iniciará los estudios de Medicina en Zaragoza. Los padres y las dos hijas estarán en Ayerbe hasta finales de 1870 cuando la familia se traslada a vivir a Zaragoza. Don Justo se ha presentado a unas oposiciones de médico de la Beneficencia Provincial y obtiene el puesto. Poco después, el decano de la Facultad de Medicina, don Jenaro Casas, amigo y condiscípulo suyo, le confiere el cargo de Profesor Interino de Disección con lo que ayudará a su hijo, adiestrándolo en la sala de disección y en el conocimiento de la anatomía.

Cajal habla de las prendas morales que su padre le dejó en herencia:

la religión de la voluntad soberana; la fe en el trabajo; la convicción de que el esfuerzo perseverante y ahincado es capaz de modelar y organizar desde el músculo hasta el cerebro, supliendo deficiencias de la Naturaleza y domeñando hasta la fatalidad del carácter, el fenómeno más tenaz y recalcitrante de la vida. De él adquirí también la hermosa ambición de ser algo y la decisión de no reparar en sacrificios para el logro de mis aspiraciones, ni torcer jamás mi trayectoria por motivos segundos y causas menudas. De sus excelencias mentales, faltome, empero, la más valiosa quizá: su extraordinaria memoria.

Con esas dotes, Santiago Ramón iniciará su trayectoria vital y profesional.

 

Para leer más:

  • Castillo Genzor A (1963) Los Cajal su historia y su circunstancia. Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. 27 de octubre.
  • De Carlos Segovia JA (2001) Los Ramón y Cajal: una familia aragonesa. Gobierno de Aragón, Zaragoza.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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Una respuesta a «Ramones y Cajales»

  1. […] original: Ramones y Cajales de José Ramón […]

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