Lágrimas de niño y de mujer

Los historiadores modernos aportan una lectura más verídica, más científica de la Historia. Los análisis económicos, las testamentarías de la gente corriente, los flujos de mercancías nos explican más sobre la salud de una sociedad y la realidad de un país que aquellos registros átonos de dinastías, batallas y conquistas. Y sin embargo, planteo ¿podríamos hacer una lectura sentimental

de la Historia? Porque creo que hay otra parte, una tercera, necesaria, porque si no hace inexplicable lo demás, porque no somos robots que pelean y conquistan ni flujos económicos de transferencias de capital y mercancías, porque somos humanos, cargados de emociones y sentimientos.

Hay pequeñas frases que te muerden como un tábano, te dejan una marca, un algo que persiste cuando ya no sabes donde lo leíste o si tiene el mínimo asomo de verosimilitud. Un grupo de esas palabras son “Por las lágrimas de un infante”. Quiere explicar que el Dos de mayo se enciendeen Madrid porque  alguien, ¿hombre o mujer? ve de repente llorar de miedo, de tristeza, de angustia, a uno de los niños de la Familia Real que estaban siendo trasladados a Francia por orden de Bonaparte.

Imagino la escena, un montón de carrozas cargadas de equipaje y criados, la gente curiosa, haciendo comentarios chistosos con la esperanza de ver si la reina tiene la cara de bruja que dicen o quien se parece al añorado Carlos III. Y de repente, entre aquella gente que lleva meses mascando humillaciones, ver a los gabachos metiendo mano a sus mujeres, saqueando comercios y monasterios, reclamando la mejor mesa de las tabernas,aparece un niño, un niño llorando ¿Cómo hubiera pintado Goya a ese niño? ¿Y Velázquez?

Cuando veo “El dos de mayo”, ese cuadro maravilloso de Goya, pienso en esas lágrimas y en un madrileño sacando de la faja una navaja de siete muelles y mirando sin sonreír a la garganta de un mameluco. ¿Alguien se imagina lo que es saltar con una navaja y a pecho descubierto a por un soldado profesional subido a caballo armado con un sable de guerra? Me hace pensar en Pérez-Reverte, en soldados jugándose la vida para salvar a un niño en Kosovo, en la valentía suicida de un zapatero que lleva navaja porque hay que cortar cordeles y es de hombre.Y busca por donde entrarle la filosa a un tipo con un peto de acero, en la estupidez de las guerras, por las lágrimas de un niño. Porque en lo más profundo de nuestro cerebro y hay algo profundo que se activa cuando vemos un arco iris, cuando olemos comida en las brasas, cuando oímos llorar a un niño.

Pero aquí debo hablar de Neurociencia y hay un estudio reciente que muestra algo sorprendente en relación con nuestra respuesta ante las lágrimas. Las lágrimas son una secreción acuosa producida por las glándulas lacrimales y las glándulas de Meibomio y contienen una gran variedad de sustancias químicas incluyendo glucosa, sodio, potasio, proteínas incluyendo albúmina, globulina y lisozima, que actúa como un antimicrobiano, y productos desechos. La función de las lágrimas se consideraba humectante y protectora de la córnea pero parece que hay mucho más. Se ha visto que las lágrimas generadas por emociones son muy diferentes que las lágrimas producidas como un reflejo protector, como cuando nos entra algo en el ojo. En algunos animales, las lágrimas contienen algunas sustancias químicas que influyen en el comportamiento de otros animales hacia el que llora. La rata-topo ciega (Spalax) extiende lágrimas en su pelaje y eso hace que otras ratas-topo sean menos agresivas con ella.

Ante las lágrimas de una mujer, los hombres pierden su excitación sexual. Y no es, como pudiéramos pensar, ante la visión de una mujer llorando. Es algo mucho más interesante desde el punto de vista científico: es ante el olor de las lágrimas. El experimento realizado por un grupo de investigadores del Instituto Weizmann de Israel recogía lágrimas de tristeza en unos bastoncitos de algodón. Para conseguir esas lágrimas lo que hicieron fue poner anuncios por el campus solicitando voluntarios de lágrima fácil y luego hacerles ver películas lacrimógenas, lo que normalmente llamamos “un dramón”. De más de sesenta personas que respondieron, solo una era un hombre. Fue eliminado en las pruebas posteriores.

Llorar por una emoción es un comportamiento muy poco conocido y que parece exclusivo de los humanos a pesar de la mala fama de los cocodrilos al respecto. En ratones se ha demostrado que las lágrimas sirven como un emisor de señales químicas, de mensajes codificados en sustancias odorantes. El grupo de trabajo israelí empezó su estudio con la hipótesis de que las lágrimas tuvieran también en los humanos esa función quimiosensorial. Los hombres participantes en el estudio fueron incapaces de distinguir los bastoncillos impregnados de auténticas lágrimas de aquellos que solo contenían una gota de agua salada. Sin embargo, cuando se les ponían delante fotos de mujeres y se les pedía que puntuasen su atractivo sexual, aquellos que habían olido las verdaderas lágrimas emocionales femeninas las valoraban peor, veían reducido su sex appeal (y se seguía cumpliendo cuando se intercambiaban los bastoncillos a los dos grupos). El efecto se comprobó en 17 de 24 participantes. No solo eso, los participantes en el estudio que habían olido esas lágrimas, siempre frente a un grupo de hombres control que olían las gotas de solución salina, mostraban tres importantes diferencias: se puntuaban menos a sí mismos cuando se les decía que valorasen su deseo sexual en esos momentos, mostraban menores niveles fisiológicos de excitación (ritmo cardíaco, ritmo respiratorio) y niveles reducidos de testosterona (un 13% menos medido en saliva). Finalmente, la neuroimagen con resonancia magnética funcional mostró que al oler las lágrimas femeninas se reducía selectivamente la actividad en los sustratos cerebrales masculinos de la excitación sexual. Es interesante mencionar también que el descenso de la testosterona en los hombres implica también un descenso de la agresividad y un aumento de la empatía, algo que encaja bien con la situación donde ese hombre se encuentra muy cerca de una mujer que se siente triste. Puede ser un consejo interesante para ellas: si después del cine quieres unos escarceos amorosos, no le lleves a ver Kramer contra Kramer si es que eres de lágrima fácil.

Empezamos hablando de lágrimas de niño y terminamos con un descenso del impulso sexual. Para rematar, se ha visto que las lágrimas de un bebé reducen el deseo sexual tanto de hombres como de mujeres. Puede ser un factor, entre muchos otros, con esa bajada de la actividad sexual que se produce en muchas parejas tras el nacimiento de un hijo y un mecanismo biológico para decirnos que un bebé llorando en ese reducido núcleo familiar tiene prioridad absoluta.

Finalmente, aunque el estudio se relacione con el sexo, que es algo que siempre “vende”, sus implicaciones van más allá. Existe un grupo de enfermedades que se tratan reduciendo mediante fármacos los niveles de testosterona, la más frecuente es probablemente el cáncer de próstata. Puesto que la medicación que se aplica tiene efectos secundarios, los resultados obtenidos en este estudio abren la puerta a la esperanza de que estos fármacos puedan sustituirse por lágrimas o por la sustancia química presente en las lágrimas que genera este efecto reductor sobre la testosterona o por ir con tu parienta a ver “Ghost”, “Titanic”, “La vida es bella” o “E.T.”. Se admiten otras candidatas.

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


Muchas gracias por comentar


Artículos relacionados

Descubre más desde Neurociencia con el Dr. José Ramón Alonso

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo