Estudiantes internacionales

Desde su nacimiento, las universidades han tenido una vocación universal. Un aspecto clave es la movilidad de estudiantes y profesores. El primer registro que existe de lo que se llama un estudiante expatriado es un tal Emo de Frisia, que en 1190 estudiaba en la universidad de Oxford. Desde entonces hasta hoy, con altibajos, el progreso ha sido imparable. La OCDE calculó que en 1980 había un millón de alumnos estudiando fuera de sus países. En el año 2000, dos décadas después, la cifra se había duplicado, pero para 2007, siete años más tarde, la cifra se había triplicado. En la actualidad seguimos un aumento continuado, tanto del número de estudiantes estudiando fuera, como de los países que quieren aumentar la internacionalización de sus sistemas universitarios como de universidades adaptando sus campus, programas, servicios y actividades complementarias y de ocio para ser destinos más atractivos.

Los principales países de destino son los de habla inglesa, Estados Unidos recibe un 20% del total de estudiantes expatriados, el Reino Unido un 12%. Alemania sería el tercero, seguido por Francia y Australia, los tres por debajo del 10% y el siguiente sería Canadá, en torno al 5%. En relación a su población estudiantil, los países con un mayor porcentaje de estudiantes extranjeros en sus aulas son Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido.

En relación con los países emisores, los expatriados chinos son, con mucha distancia sobre el siguiente, el grupo más importante de estudiantes internacionales. En la actualidad el número de estudiantes de la China continental estudiando en otros países es cercano a los 400.000 y su número aumentará de forma significativa en las próximas dos décadas. El segundo país en el envío de jóvenes a estudiar fuera es la India con entre 140.000-150.000 alumnos cursando estudios universitarios en otros países. En el año 2025, la India se convertirá en el país más poblado de la Tierra, pero el número de estudiantes indios fuera, aún contando con la facilidad de su conocimiento del inglés, será entre la mitad y un tercio de los estudiantes chinos. El tercer país en esa época, por número de estudiantes expatriados será Corea del Sur. Por tanto, Asia Oriental es, a mucha distancia de las demás, la principal región de origen de los estudiantes internacionales.

El impacto económico de los estudiantes internacionales es enorme. En el Reino Unido, el principal destino europeo, los ingresos de la “industria de la educación superior” son de 39.400 millones de dólares. Es un tamaño comparable a toda la industria editorial, algo mayor que la publicitaria y mucho mayor que la industria aeroespacial o la farmacéutica. Desde la otra parte de la ecuación, las tasas de matrícula que pagan los estudiantes chinos, sin contar los gastos de vivienda, manutención y ocio, superan los 6.000 millones de dólares anuales. En muchas universidades, los ingresos por tasas de los expatriados se han convertido en un aporte clave para cuadrar los presupuestos anuales.

Los motivos para estudiar fuera son muy variados. Un primer aspecto es la escasez de plazas disponibles en su propio país. China ha incrementado el número de plazas universitarias de 6 millones en 1999 a 18 millones en 2004 y añade unos 2,5 millones de plazas universitarias cada año. Es un asombroso crecimiento de 25% al año y sin embargo, el número de solicitudes de matrícula sigue superando la oferta. Esa velocidad no se mantendrá. La población de jóvenes de 15 a 19 años que en 2005 era de 117 millones caerá a 85 millones en el año 2020 por la política de hijo único y el mayor desarrollo económico. En el mismo período,  esta generación pasará en la India de 114 millones (2005) a 127 millones (2020)  Pero otros factores son las oportunidades laborales que se ofrecen para una persona con titulación y conocimientos especializados, la percepción de que permite una mejora laboral y mayores posibilidades de empleo y la creencia de una mejor calidad en la educación en los países occidentales y unas experiencias vitales más enriquecedoras.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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